Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, fue un renombrado héroe británico de la Primera Guerra Mundial. Su participación durante la rebelión árabe (1916-1918), que sirvió para derrotar al Imperio otomano (Turquía) en el frente de Oriente Próximo lo convirtió en una leyenda viva. Habiendo caído su memoria en el olvido, la película de 1962, dirigida por David Lean, con Peter O’Toole, lo reintegró al imaginario colectivo.
Thomas Edward Lawrence nació el 16 de agosto de 1888 en Tremadoc, País de Gales.
Fue el segundo de los cinco hijos ilegítimos de Sir Thomas Chapman y de Sarah Junner.
Estudió historia y arqueología en el Jesus College de Oxford, donde fue influenciado por Hogarth, arqueólogo especialista en el Medio Oriente, para que hiciera su tesis acerca de aquella región.
En 1910 ganó reconocimientos con la tesis sobre los Castillos de los Cruzados; para la investigación de este trabajo recorrió en bicicleta Siria, Líbano, Palestina y otros puntos de Mesopotamia, lo cual le permitió conocer los pueblos y la lengua árabes
Tras su graduación, de 1911 a 1914 trabajó como ayudante de excavaciones para el Museo Británico en el río Éufrates. Después pasó un breve tiempo en la Sección Geográfica del Departamento General en Londres.
En 1914, poco antes de la Primera Guerra Mundial, entró en la Sinai Survey, compañía topográfica dirigida por lord Kitchener, que era en realidad una tapadera del espionaje militar británico, a cuya oficina en El Cairo fue trasladado al cabo de unos meses.
En 1916 se le encomendó una misión exploratoria al Hedjaz, donde el Sharif Hussein Ibn Alí de Mecca se había rebelado contra el Imperio Otomano (actuales turcos). Sirvió como oficial británico en las fuerzas lideradas por el Emir Faisal, uno de los cuatro hijos de Hussein. La simpatía que se estableció entre Lawrence y Faisal fue decisiva para el éxito de su misión, que implicó la tarea de coordinar a las ariscas tribus beduinas.
En mayo de 1917, junto a una partida de guerreros árabes emprendieron una travesía de 965 km, a través del desierto para sorprender a los turcos y capturar el puerto de Aqaba, el único puerto que mantenían los otomanos en el mar Rojo, que facilitaría un mayor apoyo logístico a la rebelión.
La partida, de unos 50 hombres en camellos, salió de Alwajh, el cuartel general de Faisal. Tres hombres lideraban la expedición: Nasir, el sharif exiliado de Medina; Auda Abu Tayi, jefe de una de las tribus que la expedición trataba de reclutar; y T. E. Lawrence, único miembro no árabe de la partida.
El plan era evitar que mandaran refuerzos a Palestina, donde los británicos trataban de expulsarlos de los alrededores de Gaza.
Lawrence conducía personalmente los ataques contra el ferrocarril, que era la arteria principal del imperio turco en Oriente Medio, recorriendo desde Medina, en Arabia, hasta Damasco. Participó en la voladura de 79 puentes y de incontables raíles de trenes.
El 6 de julio de 1917, dos meses tras la partida de Alwajh, la expedición recorrió los últimos km hasta el puerto.
Durante el invierno siguiente, Lawrence y los árabes mantuvieron las acciones de apoyo del flanco derecho del ejército de Allenby en Palestina hasta que, en 1 de octubre de 1918, entraron con el general británico en Damasco.
Tras la captura de Damasco viajó a Inglaterra para defender la causa de la independencia árabe. Desempeñó servicios en la delegación británica en la Conferencia de Paz en París en 1919, trabajando con el Emir Faisal. Ese mismo año, el periodista Lowell Thomas llegó a Londrés y escribió sobre Lawrence y la lucha árabe, convirtiéndolo en un héroe popular.
Poco después, comprobó que su idea de crear una federación árabe ligada al Reino Unido había quedado abortada dos años antes, merced al tratado Sykes-Picot, por el cual su país cedía a Francia un mandato sobre Siria, reparto que se confirmó en el tratado de paz de Versalles de 1919.
Decepcionado, regresó a Inglaterra y se radicó en Oxford, en donde le habían concedido una beca de investigación. Antes de fines de 1920, las tentativas de imponer una administración colonial en Iraq provocó una rebelión abierta. En consecuencia, entre las medidas de represión, Winston Churchill persuadió a Lawrence para que trabajara como su consejero en la Oficina de Colonias, asesorando en asuntos árabes y viajando a Egipto y Palestina. En este cometido, medió entre árabes y judíos y al mismo tiempo contribuyó a consolidar políticamente a Abdullah I de Jordania, hermano de su amigo Faisal, como rey de Transjordania.
Poco más tarde decidió retirarse y se alistó en la RAF bajo el nombre de John Hume Ross. Pero tras cuatro meses fue descubierto por la prensa y tuvo que abandonar el servicio. Vuelve a alistarse, esta vez en el Tank Corps bajo el nombre Thomas Edward Shaw. Sirvió hasta mediados de 1925 en el campo de Bovington en Dorset.
Sus vivencias en el desierto las plasmó en Los siete pilares de la sabiduría (1926). Postumamente se editaron La mina (The mint, 1936) y una recopilación de sus Cartas.
El 18 de mayo de 1935 falleció en un accidente de motocicleta al intentar esquivar a dos ciclistas.
La película se grabó en lugares de España (Sevilla y Almería), así como en Marruecos y en Jordanaa. Considerada como la mayor obra cinematográfica del género épico. El reparto comprendía de actores como Alec Guinness, Anthony Quinn y Jack Hawkins, y con protagonismo de Peter O’ Toole y de Omar Shariff.
El guión se basó en la autobiografía de Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría, que da cuenta de sus aventuras en la revuelta árabe.
La alusión a los siete pilares no es sino una metáfora respecto a emblemáticas ciudades: El Cairo, Esmirna, Constantinopla,Beirut,Alepo, Damasco y Medina, donde ocurre el conflicto bélico, siendo a la vez sedes de culturas ancestrales que admiraba por su vocación de arqueólogo.
En el desierto del sudoeste jordano, entre las montañas de arenisca de Wadi Rum, hay un rostro tallado en la roca. Las mejillas anchas y la barbilla amplia enmarcados por el tocado kaffiyeh de los beduinos, y debajo del tallado, en árabe, las palabras: LAWRENCE EL ÁRABE 1917.
Si estás visitando Wadi Rum con un guía turístico, ten por seguro que te llevarán hacia este tallado.
(...)
Estoy familiarizada con la leyenda de T. E. Lawrence (arabista, héroe británico de la Revuelta Árabe de 1916, amante del pueblo árabe) así como con la forma en que la industria turística de Jordania ha capitalizado esta leyenda. Sin embargo, aún me sorprendo al escuchar a alguien mencionarlo con admiración. La imagen de Lawrence como UN orientalista aventurero, galopando a través del desierto en túnicas fluidas a la cabeza de un ejército beduino, se ha establecido en el imaginario colectivo inglés y estadounidense a expensas de un, discutible, preciso entendimiento del rol de Lawrence en los eventos de la Primera Guerra Mundial y lo que pasó después de estos. A pesar del hecho de que, hasta la fecha, Lawrence ha sido objeto de casi cincuenta biografías y otros tantos trabajos críticos, la imagen de Lawrence en la película Lawrence de Arabia (con Peter O’ Toole y Alec Guinness como el Príncipe Faisal) es la que ha quedado. Lawrence era rubio y de ojos azules, y aún así, por su cuenta, logró ‘pasar’ por un árabe, cosa que él atribuyó a su especialidad tanto en el lenguaje como en las costumbres árabes. Por no mencionar el kaffiyeh que vestía.
En 1917, en una revista que circulaba entre oficiales y personal militar, Lawrence publicó algunos consejos sobre cómo encajar entre los árabes:
El principio y el final del secreto del manejo de los árabes, es estudiarlos constantemente…
Escuchar todo lo que pasa, buscar qué está pasando bajo la superficie, leer sus fachadas,
descubrir sus gustos y debilidades, y guardar todo lo que encuentres para ti mismo.
Húndete en los círculos árabes… de tal forma que tu cerebro se sature con una sola cosa nada más
Se dice de Lawrence que fue un hombre dividido. Por un lado, era un leal ciudadano británico actuando en representación de su gobierno. Su carrera militar comenzó en los servicios de inteligencia en Egipto al comienzo de la Primera Guerra Mundial, y en unos pocos años fue reubicado en Hedjaz, donde colaboró con Shariff Hussein de Mecca y su hijo Faisal para dirigir la Revuelta Árabe contra el Imperio Otomano, todo en nombre de los intereses británicos. Él estaba “manejando” a los árabes, cosa que requería infiltrarse en su sociedad como si fuese una misión de espionaje. Por otro lado, había comenzado a sentir que era, sino uno de ellos, al menos muy cercano a ellos, y en Los siete pilares, se expresó arrepentido y avergonzado de que en las negociaciones de posguerra no pudo facilitar la independencia de los árabes bajo una sola nación.
No dudo de los sentimientos de culpa de Lawrence. En la correspondencia McMahon-Hussein, el británico había prometido ayudar a crear un estado árabe unido bajo el mando de Sharif Hussein a cambio de su alianza contra los otomanos, con Lawrence sirviendo de enlace. Ese acuerdo iba en contra de una serie de otras promesas que los británicos habían hecho simultáneamente a los sionistas y a los franceses. El acuerdo Sykes-Picot de 1916 había mapeado un nuevo Medio Este, dividido entre los protectorados francés y británico, sin dejar espacio para la soberanía árabe, mientras la Declaracion Balfour de 1917 prometió facilitar una nación Judía en Palestina.
No está claro cuando Lawrence se percató de los contenidos del Sykes-Picot pero, al final, averiguar si en verdad actúo de buena fe es irrelevante. Para mí, si una persona representa un rol por un largo tiempo, si el cerebro “está saturado con una sola cosa nada más”, entonces es de esperar que la línea que separa a la persona y al papel que representa se torne borrosa, y una parte afecte a la otra. Viviendo con los árabes día y noche, alguna confusión estaba destinada a ocurrir. En su consejo para futuros aventureros arabistas, Lawrence advierte:
La tensión de vivir y pensar en un lenguaje extranjero y que se entiende a medias, la comida salvaje, ropas extrañas, y costumbres aún más extrañas, con la pérdida total de privacidad y tranquilidad, y la imposibilidad de siquiera relajar tu cuidadosa imitación de los demás durante meses, brinda tanto estrés a las dificultades diarias de lidiar con los beduinos, el clima, y los turcos, que este camino no debería ser elegido sin considerarlo seriamente.
E. M. Forster llamó a Lawrence una “alegría para los expertos”, y todos los expertos que han escrito sobre él -sea desde un enfoque político, psicológico, biográfico o literario- han buscado explicar el quid de su dilema. Segunda a la imagen de Lawrence paseando en túnicas ondulantes, es esta complejidad, esta guerra interna, que es central en la leyenda de Lawrence de Arabia.
Unos años atrás me encontré con un pasaje concerniente a Lawrence en las memorias del estadista palestino Awni Abdul al-Hadi. En 1919, antes de que fuera claro que los reclamos árabes por su territorio no serían honrados por los poderes del Imperio, el Emir Faisal llegó a Francia para la Conferencia de Paz de Versalles. Abdul al-Hadi fue uno de sus cohortes. Él describe la reacción de Faisal al ver a Lawrence vestido con ropajes beduinos:
Cuando el Emir Faisal llegó a Marsella en 26 de Noviembre de 1918, el Coronel Lawrence estaba llamando la atención de los franceses: había llegado de Londres para saludar a su Majestad, vistiendo sobre su cabeza un kaffiyeh e ‘iqal, y una daga de oro sobre su pecho: las prendas de un príncipe árabe. Parecía que la apariencia árabe de Lawrence no le gustó a Faisal.
Noten que Lawrence no estaba vistiendo como cualquier beduino. Estaba vistiendo como un sharif: es decir, como de la realeza. Como había escrito en su columna: “Si usas cosas árabes, usa lo mejor… Vístete como un Sharif, si ellos lo aprueban. Si vas a vestir cosas árabes, hazlo a lo grande, ve hasta el final”.
Faisal podría haberse ofendido, pero no dijo nada. Había venido a Francia para negociar la independencia árabe. Para su desaliento, descubrió que no había lugar reservado para él en la actual conferencia de paz. Él había venido por una audiencia para que su soberanía fuese reconocida, pero como no fue reconocido, no pudo conseguir una audiencia. De algún modo, Lawrence se las arregló para conseguir dos asientos a su nombre, y Abdul al-Hadi nos cuenta que este incidente confirmó la opinión de Faisal de que Lawrence era su único conducto real a las altas esferas. Faisal soportó los insultos en silencio.
Una cosa es vestir ropas árabes en el desierto, donde su practicidad es obvia. Protegen de los elementos, y, como Suleiman Mousa explica en T. E. Lawrence: Una perspectiva árabe: “Desde un punto de vista árabe, estas ropas no eran más que una forma de facilitarle la vida entre los beduinos a un oficial extranjero que había declarado su buena voluntad hacia los árabes y su deseo de ser uno del séquito de Faisal.” Mousa no sugiere que vistiendo de esta forma significaba que Lawrence “pasaba” por un árabe; lo más probable, estaba participando de un código social. Es muy distinto vertir un kaffiyeh, ‘iqal, y ‘abaya en Europa.
El ver a este inglés en Francia vistiendo a su imagen, y aparentemente para su beneficio, uno puede imaginar la consternación de Faisal. ¿Acaso Lawrence pensó que Faisal no se podría comunicar con él a menos que estuvieran vestidos de la misma forma? Sino ¿para quién se estaba vistiendo entonces? ¿el público francés? ¿él mismo? ¿O era este kaffiyeh, más bien, una expresión de los efectos psicológicos secundarios de su tiempo en Hedjaz, de tener su cerebro “saturado con una sola cosa nada más”? Sabemos que en otros contextos Lawrence vestía su uniforme común; Faisal se sorprendió, en una ocasión, de encontrarse a Lawrence en la oficina del presidente francés vestido como un inglés.
***
El kaffiyeh es el tocado tradicional de los beduinos y de las comunidades agrícolas árabes, pero no de los árabes de ciudad. Durante ese periodo en cuestión,los hombres de las ciudades vestían el tarboosh, más conocido en Occidente como fez: un sombrero rojo sin ala hecho de fieltro con una borla negra de seda. El tarboosh, o fez, primero se expandió por el imperio otomano durante el siglo diecinueve cuando, como media modernizadora, el sultán Mehmet II prohibió el uso del turbante. La población árabe rápidamente adoptó el tarboosh, y, al no distinguir a quien lo usara por su riqueza o credo, este sombrero se convirtió en símbolo de una particular modernidad del Medio Este.
Sin embargo, el tarboosh sí distinguió entre citadinos y campesinos, y de esta manera se volvió una suerte de distintivo de clases. A mitad de los años 30, los campesinos palestinos, que usaban kaffiyeh, lideraron un levantamiento contra las fuerzas británicas en el poder. Hasta ese entonces, los británicos habían estado negociando con la educada élite palestina (los que usaban tarboosh) y uno puede ver en este levantamiento campesino una expresión del problema de clases dentro de la sociedad palestina.
Subestimando la fuerza y capacidad de organización de los campesinos, los británicos fueron con la guardia baja. Un reporte en los Archivos Coloniales de julio de 1936 dice que los “uniformados soldados británicos no son rivales en las colinas para los nativos de ropas ligeras quienes, en cualquier momento, pueden tirar sus armas temporales y volverse pacíficos labradores y pastores de cabras hasta que las milicias han pasado de largo,” A finales de ese año, los británicos impusieron la ley marcial e introdujeron aproximadamente veinte mil tropas de todo el Imperio dentro de Palestina. Aún así, les tomaría tres años más para acabar con el levantamiento. Con pocas tácticas a su disposición, pronto empezaron a arrestar a cualquiera con un kaffiyeh en la cabeza.
En 1938, en el apogeo de la revuelta, los líderes rebeldes encomendaron a todos los hombres de ciudad palestinos que se quitaran el tarboosh y usaran el kaffiyeh. Esto obstruiría a los ingleses al hacer imposible distinguir quién era un rebelde y quién no. También puede leerse como un acto de solidaridad colectiva: si todos vestían el kaffiyeh, todos eran rebeldes.
¿Cuánta de esta solidaridad fue coaccionada, y cuanta hecha voluntariamente? (…) Aquellos que públicamente se oponían a la revuelta y buscaban el compromiso con los británicos fueron conocidos como la Oposición, y vestían el tarboosh para demostrarlo. Pronto se volvió una insignia de traición contra la causa nacionalista.
Desde los años treinta, el kaffiyeh ha permanecido como símbolo del sentimiento nacional palestino.
(...)
***
Hay un proverbio árabe que puede traducirse a “Come para tí y viste para otros”. Apunta a la idea de que la vestimenta tiene una función social. Lo que vestimos siempre está a medio camino entre vestir para nosotros y vestir para otros, y dependiendo de la sociedad y de la fuerza de sus códigos de vestimenta, el balance puede estar más inclinado en una dirección o en la otra. Al final, creo que Lawrence comenzó a vestirse para sí mismo. Fue en Europa donde se volvió “Lawrence de Arabia”. En tiempos modernos, llamaríamos a esto un movimiento de solidaridad hacia la apropiación.
Cuando el Emir Faisal comenzó a vestir trajes occidentales, los poderes imperiales en París y Londres comenzaron a tratarlo con respeto. No pasaba por europeo, sin embargo, y en cualquier caso vestirse como uno no lo llevó muy lejos en sus ambiciones por la independencia árabe (aunque los ingleses lo instalaron como el primer rey de Iraq). En la leyenda de Lawrence, en contraste, la habilidad de mimetizarse es una fantasía de poder: pasando por un árabe no minaba, sino que reforzaba la superioridad de su cultura original. La historia de Lawrence es un sueño de maestría, una historia de libertad, de absoluto conocimiento por sobre “el barrido de los lugares abiertos, el sabor de grandes vientos”
Awni Abdul al-Hadi, sin embargo, insiste en que Lawrence no hablaba árabe particularmente bien, y que en ocasiones era “ininteligible”. Por este testimonio, la ilusión de “Lawrence el Árabe” fue sostenida por una combinación de amabilidad árabe y un desbalance de poder entre las dos partes operantes. Incluso en el desierto, Lawrence seguía siendo un británico vistiendo un kaffiyeh.
(...)
"Físicamente era aún joven; pero su alma mudable y perecedera iba envejeciendo más rápido que su cuerpo, muriendo mucho antes que éste, como a la mayor parte nos pasa. "
"Todos los hombres sueñan, pero no todos lo hacen del mismo modo. Aquellos que sueñan de noche en las polvorientas recámaras de sus mentes se despiertan de día para darse cuenta de que todo era vanidad, pero los soñadores despiertos son peligrosos, ya que ejecutan sus sueños con los ojos abiertos, para hacerlos posibles. Esto fue lo que hicimos."
En los preludios de la Primera Guerra Mundial, un agente del Gobierno británico se interna en la península Arábiga con la finalidad de frenar una inminente rebelión anticolonial. Éste es el diario personal de un aventurero de comienzos del siglo XX, Lawrence de Arabia, un adelantado antropólogo que viaja por el desierto con la vestimenta típica de los lugareños; un lacayo que termina convirtiéndose en un héroe de la resistencia árabe.
Crónica de guerra, libro iniciático y cuaderno de bitácora de un profundo conocedor del desierto, Los siete pilares de la sabiduría narra la historia del levantamiento árabe y muestra cómo un inglés educado en Oxford y más inclinado a las letras que a las armas puede convertirse por los azares de la guerra en héroe popular y líder guerrillero.